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NEW YORK TIMES STYLE MAGAZINE SPAIN — Ora ïto el gran agitador

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  • Photos : Vincent Desailly
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Ora Ïto, el diseñador más irreverente del siglo XXI, ha convertido el lenguaje de las formas en una provocación. Nadie mejor que él para demostrar que, en la vida, los caminos es mejor inventarlos; no seguir los que otros hayan trazado.

Article : Iñaki Laguardia
Photos : Vincent Desailly
September 2019

Ito Morabito, alias Ora Ïto, posa en la estancia principal de su nuevo estudio, vestido con total look de Saint Laurent by Anthony Vaccarello y reloj de Vacheron Constantin. El diseñador está acodado sobre una lámpara Snoopy de Achille y Pier Giacomo Castiglioni. En las estanterías descansan algunas maquetas de sus diseños más célebres, como la botella Paco para Heineken, la fragancia Three para Adidas, las batidoras para Gorenje o una réplica del tranvía ideado para Alstom.

Era el año 1997 y al hijo del joyero Pascal Morabito le habían señalado la puerta de sa- lida de la escuela parisina de diseño ESDI (hoy Créapôle) por haber tenido la brillante idea de pedir una pizza en clase. Poco le im- portó al tipo que se hizo viral cuando nadie usaba ese adjetivo para referirse a un fenó- meno semejante. Desafió a la autoridad aca- démica, a la autoridad de poderosas empre- sas y a la propia idiosincrasia del diseño. Y ganó. El gran agitador del diseño contempo- ráneo, a quien algunos puristas le despre- cian por su heterodoxia (tal vez por la envi- dia que despierta su genialidad), es uno de los fenómenos del diseño del siglo XXI.

T MAGAZINE: ¿Cree que sería posible co- menzar su carrera en 2019 de la misma manera que lo hizo en 1997?
Ora Ïto: ¡Imposible! Fui el primero en hacerlo en 1997, cuando una página web tardaba treinta minutos en cargarse. Fui el primero que se atrevió a apropiarse de marcas cuando nadie lo hacía. Hoy la apropiación es el deporte nacional de todos los países gra- cias a las redes sociales, especialmente Instagram. Ahora sería imposible destacar por eso. Gracias a dios lo hice antes.

T: ¿Y qué piensa de quienes se apropian de los diseños que usted ha creado?
O. Ï.: La apropiación que yo hacía hace años era muy distinta de la que se hace ahora. Me apropiaba de las marcas, no de los diseños. ¡Ahora se apropian de los diseños! Y eso no es apropiarse; es copiar. Ahora pones algo en internet y al día siguiente ya te lo han ro- bado. Es muy rápido. Algunas personas piensan que todo es gratis y han perdido el respeto por la propiedad intelectual. Y eso es una locura. Ya no eres dueño de nada. Las personas que ahora cuentan con una identi- dad en el mundo del diseño comenzaron su carrera a base de repetir y repetir y repetir y repetir su trabajo. Después de esa carrera obsesiva era cuando conseguían encontrar su ADN y su territorio. Todo es una cuestión de territorio. Ahora la gente finge tener su propio territorio, pero no lo posee.

T: Si empezara ahora su carrera, ¿cómo lo haría? ¿Qué haría en un contexto tan complicado?
O. Ï.: No lo haría de la misma forma. Cuando empecé, lo hice sin ser muy consciente de lo que hacía. Solo quería producir, crear

todo lo que se me ocurría. Ahora no tiene sentido hacer eso en un mundo que parece estar a punto de colapsar. Si iniciase ahora mi carrera empezaría de cero todos los años. Cada año, una nueva aventura. Y, por supuesto, concebiría el diseño de tal manera que no dañase al mundo y fuese útil. Eso lo cambia todo.

T: ¿Como lucharía contra el calentamiento global?
O. Ï.: Me temo que es demasiado tarde, amigo. Ya esta- mos jodidos. Intentaría convertir Noruega o Suecia en la nueva Riviera Francesa [ríe]. ¡Es broma!

Morabito custodia preciosas obras de artistas del siglo XX, así como otros objetos escultóricos que forman parte de su colección privada.

“La apropiación que yo hacía hace años era muy distinta de la que se hace ahora. Me apropiaba de las marcas, no de los diseños. ¡Ahora se apropian de los diseños! Y eso no es apropiarse; es copiar”

Detalle de algunos de los libros de artistas y diseñadores que atesora en su escritorio (Ettore Sottsass, Felice Varini, entre otros). A la derecha, su perrito Ayrton, que no puso ninguna objeción cuando secuestramos a su dueño durante unas horas y lo sometimos a los disparos de nuestro fotógrafo.

CUANDO TENÍA 20 AÑOS se le ocurrió dise- ñar objetos que nadie le había encargado. Pirateó algunas marcas celebérrimas y creó una mochila para Louis Vuitton, un Mac para Apple y un mechero para Bic, entre otros objetos. Esos diseños nunca se llega- ron a concretar, pero cuando publicó los bocetos en internet consiguió que las tiendas de esas marcas se llenaran de clientes que reclamaban pro- ductos que no existían. Su inopinada celebridad viral se desató en la época en que todavía no existían las re- des sociales. Las marcas, lejos de considerarlo un ele- mento subversivo digno de ser sometido a largos y cos- tosos procesos judiciales por haber usado su imagen sin permiso, desistieron. Ito Morabito (Marsella, 1977), alias Ora Ïto, estaba a punto convertirse en un talismán para las firmas.

T: ¿Y que haría para reconstruir Notre Dame? ¿Ha pensado en ello?
O. Ï.: Siendo honesto, sí, lo he hecho. Comencé a hacer un proyecto, pero luego lo dejé. ¿Por qué cambiar algo que ha esta- do allí durante años y agradar a algún crea- dor que quiera poner su sello encima de un edificio histórico? No creo que sea justo. Empecé diseñando mi propio proyecto para Notre Dame pero pronto me di cuenta de que no debía tocarlo. Mi instinto me llevó a hacerlo, pero, por respeto, no lo presentaré. Paremos esta obsesión por poner nuestro nombre encima de los edificios. Vamos a calmarnos y racionalizar esta locura. De he- cho, hablé con Daniel Buren sobre esto y ambos opinábamos lo mismo. Es lógico que un creador quiera contribuir a ayudar con la rVeconstrucción, pero hagámoslo bien.

ISITAMOS A ITO MORABITO en su nuevo estudio de París. Este hermoso apartamento de la Pla- za de las Victorias de la capital francesa, a un paso del Palacio Real, está lleno de recuerdos per- sonales, piezas célebres diseña-

das por él, carísimas obras de arte y mucha luz. El espacio cuenta con una estancia prin- cipal con varios sofás, una librería y un escri- torio. También cuenta con una habitación diáfana a la que todavía no le ha asignado una función concreta, así como un dormito- rio (“por si necesito recluirme para diseñar y quedarme a dormir”).

El equipo de T Magazine Spain se ha cita- do con él en el día más caluroso del verano galo, en plena ola de calor. La famosa canicu- le. El diseñador nos recibe exultante, acom- pañado del más fiel de sus guardianes, su pe- rrito Ayrton. “No se encuentra muy bien, luego lo llevaré al veterinario. Creo que es por el maldito calor”, explica. Ayrton se mueve lento pero decidido. Parece algo ma- reado. Se acerca a saludarnos, nos da unos lametones en la mano y nos ofrece su barriga para que se la acariciemos. Mientras el fotó-

Una increíble librería ocupa una enorme pared del estudio parisino de Morabito. En ella, además de una réplica de la silla Ico que diseñó para Cassina, aumula centenares libros de consulta de artistas tan dispares como Donald Judd, Piet Mondrian, Hans Wegner, Yves Klein, Henry Moore o Isamu Noguchi, entre otros.

“¿Alguien ha dicho o hecho algo nuevo en los últimos viente años? Los diseñadores clásicos inventaron el código. Ahora solo damos vueltas alrededor de lo que ellos crearon”

grafo y su asistente preparan el set para la sesión, Mora- bito habla orgulloso de su showroom, como él lo llama. “Estáis en vuestra casa, ¡servíos lo que queráis!”.

T: Hablemos de este espacio. ¿Es su estudio? ¿Su casa? O. Ï.: Es una mezcla entre una residencia privada, un estudio y una sala de exposiciones. En realidad es un espacio mental porque es aquí donde proyecto todas mis ideas. No vivo aquí, pero hay un lugar para vivir por- que a veces necesito quedarme y no ir a ninguna parte durante una semana. Necesito permanecer en mi bur- buja. Cuando estaba diseñando el hotel de la esquina, un día pasé por aquí y me enamoré de este lugar. Estaba a la venta y lo compré. Es muy parisino. Me gusta saber dónde estoy en todo momento, por eso odio los hoteles de diseño. Allí nunca se sabe dónde estás porque no tienen alma. Me gusta la tradición. Soy un poco de la vieja escuela. Antes no necesitábamos tantas cosas, tantos objetos, tantas tonterías…

T: Sí, pero quizás hace años el diseño no era tan hermo- so como lo es ahora.
O. Ï.: ¿Estás bromeando o qué? ¡Era mucho mejor! Los diseñadores clásicos inventaron el código. Ahora solo damos vueltas alrededor de lo que ellos crearon. Tenemos la tecnología y hemos logrado llevarla a un nuevo nivel, pero siempre en torno a los códigos del pasado. ¿Alguien ha dicho o hecho algo nuevo en los últimos veinte años? Compáralo con lo que sucedió en los años 30, en los 50, en los 60, en los 70, tal vez tam- bién en los 80. Lo mismo ocurre en la moda, que todo el tiempo está inspirándose en décadas pasadas.

T: Dicen que se ha comprado una isla. ¿Es cierto?
O. Ï.: ¡Sí! El diseño no consiste en dibujar, sino en pensar. El contexto lo es todo. Y la isla Marsa para mí significa comenzar desde cero. Mi prioridad ya no es el arte (aun- que mi estudio continúa funcionando muy bien), sino resolver problemas. Marsa es un lugar para reunir ta- lento, reflexionar sobre problemas específicos y resol- verlos. También hay un proyecto económico detrás del creativo. Creo que será mi último proyecto personal. T: ¿De verdad?
O. Ï.: Sí. No estoy hablando de proyectos compartidos, que tengo muchos pendientes. Estoy hablando de pro- yectos personales. Me gustaría abrirlo el próximo año o el siguiente, como si fuera un grupo de expertos para el futuro.

T: ¿Los diseñadores necesitan cambiar su perspectiva?
O. Ï.: Quiero repensar el diseño para resolver problemas, no para crear más problemas. Esa es la nueva misión de los diseñadores. Ya no se trata de alimentar tu ego, sino de sacarlo de ti. No podemos pensar de la mis- ma manera. Yo no necesito alimentar mi ego; ya he tenido suficiente. No se trata de crear objetos hermosos y obtener muchos likes en Instagram, sino de reparar el daño que se le ha hecho al mundo. No podemos ser egoístas. Me esfuerzo todos los días para controlar ese egoísmo que todos tene- mos dentro. Sí, sé que es fácil decirlo desde mi posición, pero mi mensaje para los dise- ñadores que debutan es el siguiente: no trates de ser como nosotros, sé como de- berías ser en la era que estás viviendo.

T: ¿Cree entonces que nació para resolver problemas?
O. Ï.: ¡Absolutamente no! Nací para tener una vida fabulosa [ríe]. No, en serio, juro que si me hubiera dado cuenta antes de todo el daño que le hemos hecho al planeta, me habría dedicado a otro trabajo. Pero una vez asumido que yo también soy parte del pro- blema, y que en lugar de traer amor y felici- dad al mundo he estado poniendo las semi- llas del problema, entonces tengo que dar un paso adelante. Hacer algo en lo que no creo, me impediría mirarme al espejo por la mañana. Y eso es lo último que quiero. ¿Eso

Dsignifica ganar menos dinero? ¡Y qué!

ESPUÉS DE DOS DÉCADAS en la brecha, Morabito no ha dejado de encadenar encargos. Su lista de clientes no tiene fin: Ogo (2000), Heineken (2002 y 2006), Zanotta (2007), Gorenje (2008), Guerlain (2009), Pucci (2010), Christofle

(2011), Roche Bobois (2012), Aubecq (2012), Scavolini (2012), Cassina (2016), Citco (2017), etc. Ha diseñado mesas, sillas, acceso- rios de moda, auriculares, maletas y botellas.

“Quiero repensar el diseño para resolver problemas; no para crear más. Esa es la nueva misión de los diseñadores. Ya no se trata de alimentar tu ego, sino de sacarlo de ti”

Nada se le resiste. También ha ideado viviendas, discote- cas, restaurantes, cines y hasta una estación de tren. En 2011 lo nombraron Caballero de la Legión de Honor de la Orden de las Artes y las Letras de Francia.

T: Ha trabajado con muchas marcas durante los últimos años. ¿Qué ventajas tiene para un diseñador trabajar con firmas que tienen un ADN tan fuerte?
O. Ï.: Sinceramente, tengo el privilegio de elegir con qué marcas trabajo. Una marca es identidad, legitimidad, experiencia. Me gustan las marcas que no mienten. Tienen una historia. Saben cómo hacer las cosas. Como diseñador, me encanta sumergirme en los archivos de las marcas auténticas, descodificar su ADN y ver cómo puedo fusionar su identidad con la mía. Siempre intento aportar cierta contemporaneidad.

T: El mercado de lujo ha cambiado radicalmente en los últimos años. De alguna manera, ha vivido una especie de proceso de ora-ïto-zación, en el sentido de que se ha visto obligado a adaptar su lenguaje a una realidad cam- biante. ¿El tiempo le ha dado la razón? Fue el primero en hacerlo, en decirlo.

O. Ï.: Fui el primero en hacerlo, en decirlo [ríe]. Es broma, porque decir eso sería demasiado pretencioso. Pero es verdad que cuando comencé mi carrera encontré un panorama desierto y virgen. Ahora las marcas de lujo han entendido el mensaje. Cuando diseñé la mochila de Louis Vuitton fue un boom a nivel mundial, algo incon- trolable que me pasó con veinte años. Leí un artículo que decía: ‘¿Qué estaba haciendo Ora Ïto antes de tra- bajar con las mejores marcas del mundo? Se apropiaba de ellas’. Sí, cumplí mi sueño y no me importaba que la gente no lo entendiese. Para mí, esa era la única manera de existir. Era una especie de gratificación para el ego. ¿No puedo hacerlo? ¡Hagámoslo! Sin embargo, opino que en el proceso de transformación de las marcas de lujo se ha perdido algo. Algunas firmas están yendo de- masiado deprisa y están perdiendo su identidad. Hermès, por ejemplo, es un buen ejemplo de cómo se han de hacer las cosas, porque no fingen ser modernos ni influyentes, sino que intentan mejorar su técnica y su diseño. Ese puede ser el motivo por el que es la mejor casa de lujo del mundo.

T: Como ha mencionado antes, empezó su carrera sin ser muy consciente de lo que hacía.
O. Ï.: Lo contrario sería un poco alarmante. Nunca tuve expectativas. Me siento afortunado por haber podido

El estudio de Ora Ïto está lleno de obras de arte de su colección personal. Tiene cuadros de Jean-Pierre Yvaral, Kith Haring, Ben Vautier o Jean Pierre Raynaud, entre otros. A la derecha, la obra Diálogo con la historia de Raynaud.

colaborar con marcas increíbles. Pronto en- tendí que mi filosofía sobre el diseño debía ser de 360O. Mi perspectiva puede ser ex- trapolable a cualquier área del diseño. Es lo mismo diseñar una bicicleta, un tren o un barco. Lo que cambia es el sector o el clien- te, pero el proceso creativo es igual.

T: Con esa filosofía resulta imposible antici- par el futuro de Ora Ïto.
O. Ï.: Mis diseños de hace veinte años siguen siendo válidos porque nunca he trabajado en las artes decorativas. Respeto profundamen- te a los que lo hacen, pero yo no decoro ob- jetos. El valor del diseño se encuentra en la misma idea del diseño, no en los materiales empleados. Es ridículo hablar de ecología y de coches eléctricos si no sabes qué hacer

después con las baterías. Es una visión erró- nea del diseño porque mueve los problemas de un lugar a otro, y no los resuelve. El diseño debe estar al margen de las modas y las ten- dencias, debe sobrevivir al paso del tiempo y trascender. No puedes estar de moda siempre, llega un momento en que dejas de estarlo. Pero si tu trabajo resiste el paso del tiempo, volverás a estar de moda.

T: ¿Se considera un artista o un diseñador? O. Ï.: Esa es una pregunta difícil. ¿Cual es la diferencia? Hoy cualquiera puede ser lla- mado artista. Y no es así, tienes que mere- cerlo. Odio esas etiquetas gratuitas, como la palabra ‘celebridad’. Etimológicamente, la palabra ‘celebridad’ significa ‘celebrar el esfuerzo’, pero ahora es una palabra vacía.

“Daniel Buren es, a mi juicio, uno de los mejores artistas del mundo. Su visión es muy radical y nunca pierde el tiempo en estupideces”

T: Ya han pasado seis años de la inauguración de MAMO. ¿Cuál es el balance que hace del pro- yecto? ¿Es hoy lo que un día concibió?

O. Ï.: La historia comienza con un edificio a la venta. En ese mo- mento no podía creer que la te- rraza de La Cité Radieuse de Le Corbusier hubiese salido al mer- cado, así que fui y lo compré de inmediato. En un principio no

No puedes fingir ser quien no eres. Como dice Daniel Buren, ‘tenemos que dudar seriamente de todo’. El mundo está lleno de falsos profetas, y esa es una idea difícil de asumir cuando inviertes toda tu vida en el tra- bajo. Y ahora es común ver a personas que no saben nada y que simplemente copian y se presentan como grandes creadores.

T: ¿Qué diseñadores o artistas son los que merecen su respeto?
O. Ï.: Amo a todos los diseñadores y arquitectos que crearon la modernidad. Nacimos en la modernidad. Es la era del hormigón, del vidrio, los materiales ligeros, el carbono, el plástico, etc. Ellos inventaron todo esto en un mundo donde estos materiales no existían. Solo so- mos los continuadores de ese legado, de ese gran cam- bio que hicieron. Frank Lloyd Wright, Le Corbusier, Pierre Paulin, George Nelson o Jean Prouvé son los genios que más me han inspirado. Amo a Prouvé porque su trabajo no tiene nada que ver con el estilo sino con la ingeniería. La ingeniería es tan hermosa cuando se crea de manera inteligente. No quiero ser el cascarrabias que dice que el pasado fue mejor, pero la verdad es que antes había más respeto por la creación, algo que no sucede ahora. El tiempo siempre nos da la respuesta. No puedes en- gañar al tiempo. Ahora hay demasiada información y la velocidad se ha incrementado, no un 10% o un 100%, sino un 1000%. Lo que suce-

de en un día, antes sucedía en cinco años.
T: ¿Es posible detener esta velocidad?

O. Ï.: Es muy difícil. Los crea- dores solían trabajar para su ego, para alimentarse. Ahora es diferente. Vivimos en el momento más importante de la historia y debemos ser conscientes y asumir nuestra responsabilidad.

T: ¿Esa idea solo es aplicable a un diseñador de su categoría o sirve también para los as- pirantes que están empezando su carrera?

O. Ï.: Es para todos. Todo está controlado, calculado, medido. Ahora es mucho más fácil diseñar, pero es mucho más difícil que te conozcan. Cada vez que me preguntan quién es mi diseñador favorito, siempre con- Stesto… ‘¡Pinterest!’

U PROYECTO MÁS IMPORTANTE hasta la fecha se encuentra en Marsella, su ciudad natal. ¿Su nombre? MAMO (de ‘Marsella’ y ‘Modulor’), un acrónimo inspira- do en el MoMA de Nueva York. Se trata de un lugar de exposiciones

al aire libre situado en la azotea del edificio Unité d’Habitation o La Cité Radieuse, cons- truido por el arquitecto francosuizo Charles Édouard Jeanneret, alias Le Corbusier, entre los años 1947 y 1952. La última planta de este enorme bloque de viviendas de hormigón es hoy propiedad de Morabito, quien en 2013 de- cidió adquirirlo y restaurarlo.

T: Entonces, el Ora Ïto de 1997 no tiene nada que ver con el Ora Ïto de 2019.
O. Ï.: Cuando empecé a trabajar me movía con total li- bertad, y eso es lo que ahora intento recuperar. Pero es muy difícil ser libre en el mundo actual, ya que estamos totalmente condicionados y manipulados.

La obra de Le Corbusier sobrevuela cada paso que da Morabito, sobre todo desde que fundó MAMO. Sobre su escritorio tiene La main ouverte concebida por el arquitecto.

sabía qué hacer con ella. Me planteé hacer un superático. Pero me di cuenta de que era un espacio para compartir. Era un lugar tan generoso que necesitaba un proyecto que también lo fuera. Como diseñador, cuando pienso en un espacio, siempre trato de pen- sar en el contexto, en lo que puedes hacer, en lo que puedes aportar. Si es un espacio personal, entonces se convierte en una casa. Pero si el espacio ofrece algo más, se transforma en algo más. Fue en ese mo- mento cuando descubrí que el arte sería el contenido perfecto para ese espacio,

“Hoy cualquiera puede ser llamado artista. Y no es así, tienes que merecerlo. Odio las etiquetas gratuitas”

porque, de hecho, estaba construido para tal fin. La azotea había sido diseñada para presentar exposiciones. Me metí de lleno en la historia del edificio y descubrí que el lugar había albergado el Festival d’Art d’Avant- Garde, donde solían exponer su trabajo los mejores artistas, como por ejemplo Yves Klein, Jean Tinguely, Marta Pan o Pierre Soulages. Yo no tenía ni idea de todo eso, así que puedo decir que todo surgió de ma- nera natural.

T: Por lo tanto, ha devuelto a ese espacio el sentido original para el que fue concebido: le ha dado una segunda vida.
O. Ï.: Sí, es verdad. El edificio ya estaba cali- ficado como monumento histórico, pero desde la creación de MAMO conseguimos que la Unesco lo declarase Patrimonio Mundial. Desde entonces, el número de vi- sitantes se ha multiplicado por cinco.

T: Es un proyecto colectivo, de acuerdo con la idea que usted tiene del mismo. ¿Cómo selecciona a los artistas que expo- nen en MAMO?

O. Ï.: Es una auténtica colaboración. Los ar- tistas no actúan de manera unilateral: estoy detrás de ellos y trabajamos juntos. Conozco muy bien el espacio, lo que allí fun- ciona bien y lo que no. Sé que Le Corbusier te puede abrumar. Empecé por escoger artistas muy veteranos, ya que estos tienen experiencia en tomar las riendas de un es- pacio tan grande. Los espacios grandes a menudo abruman a los artistas jóvenes. Alex Israel ha sido el primer artista joven con el que he trabajado. El resto de ellos tiene más de 60 años.

T: Con Alex Israel acaba de llevar a Batman a Marsella.
O. Ï.: Alex me dijo que no quería hacer la ex- posición porque no tenía tiempo suficiente. Le dije: ‘¿Por qué no pones un símbolo de Batman en el cielo?’. Se lo decía a modo de broma, porque intentaba pensar en una idea rápida y sencilla. ¡Y lo hicimos! Pero, de he- cho, no fue algo sencillo… Sin una pared, no

era fácil proyectar un símbolo en el cielo. Pero lo hici- mos con humo y nubes.
T: ¿Es la edad un criterio concluyente para juzgar la ma- durez de un artista?

O. Ï.: Claro. La edad te da la persistencia y la coherencia que necesitas para ver la creación con perspectiva.
T: ¿Qué proyecto de MAMO ha sido más satisfactorio? O. Ï.: Daniel Buren: fue un flechazo instantáneo. Su vi- sión es muy radical y nunca pierde el tiempo en estupi- deces. Lo considero uno de los artistas más importan- tes del mundo ahora mismo. No fue fácil, porque te presiona para sacar lo que tienes dentro. Tienes que merecerlo y, si eres lo suficientemente fuerte como para resistir y superarlo, entonces puedes compartir su lenguaje. Cuando trabajé con él acepté quedarme en un segundo plano y esforzarme por ser el mejor asis- tente del mundo.

T: Su admirado Le Corbusier solía decir que la arquitec- tura es una cuestión de armonías.
O. Ï.: Estoy bastante de acuerdo con él. La arquitectura es como una máquina que te proporciona espacios donde puedes vivir. La forma en la que fue construida La Cité Radieuse se puede comparar con una ciudad vertical con tiendas, escuela, club deportivo, cine, etc. Es un edificio donde viven 1.300 personas y hay mu- cha interacción. En esa época resultaba muy innova- dor construir un edificio sin base, apoyado sobre co- lumnas de manera que pudiera verse a través del mismo. Todos los apartamentos tienen una doble orientación, algo fantástico porque te permite disfru- tar de dos vistas distintas.

T: Existen algunos paralelismos entre Le Corbusier y usted. Ambos han sido revolucionarios en sus respec- tivos campos.
O. Ï.: Creo que soy demasiado joven como para esta- blecer ese paralelismo. A lo mejor dentro de algunos años alguien se atreve a hacerlo, pero no ahora. Siento que sigo aprendiendo cada día y todavía tengo mucho que dar. Estamos a punto de entrar en una nueva dé- cada y me pregunto qué puedo aportar desde mis

El nuevo estudio del diseñador cuenta con tres grandes balcones con vistas a la Plaza de las Victorias.

veinte años de experiencia. Es un momento complejo, porque esta- mos en un mundo completamente nuevo y diferente, y es muy difícil posicionarse en un contexto tan desordenado.